Belén Colomé Jurado

El 26 de mayo de 2002 hice mi promesa como Salesiana Cooperadora en la casa de Utrera, en Sevilla. Aquel sí que pronuncié ante Dios y mis hermanos no era un punto de llegada, sino el inicio de un camino. Desde entonces, servir a la Asociación ha sido una constante en mi vida, no como tarea añadida, sino como expresión natural de una vocación vivida con alegría.

Tras la promesa, tuve el privilegio de acompañar durante cinco años a un grupo de jóvenes aspirantes. Fue una etapa hermosa, de escucha, de discernimiento compartido, de ayudar a otros a descubrir su propia vocación. Más adelante, el servicio me llevó al Consejo local, como secretaria y administradora durante dos trienios, posteriormente volví a formar parte del Consejo, donde continúo a día de hoy.

En noviembre de 2024 mis hermanos de la Región Ibérica aceptaron mi candidatura como administradora regional. Aún con la “L” de novata bien visible, trato de vivir este servicio con humildad, aprendiendo cada día, sabiendo que solo desde la cercanía, la escucha y la corresponsabilidad se puede acompañar a tantos hermanos y hermanas en su vocación. He tenido también la alegría de participar en varias jornadas de espiritualidad en Turín —bebiendo directamente de las fuentes—, y de colaborar en la organización de peregrinaciones en mi provincia.

Hoy, al mirar hacia atrás, descubro que el servicio no es algo que se impone: es una forma de pertenecer. Cada servicio, cada encuentro, cada momento de acompañamiento ha reforzado en mí el sentimiento de familia. Cada vez que conozco a un nuevo cooperador o cooperadora, mi corazón se ensancha. El servicio me ha regalado vínculos, aprendizajes, fe compartida y esperanza multiplicada.

Y es que el servicio en nuestra Asociación —sea en el ámbito local, provincial, regional o mundial— solo tiene sentido si se ancla en el amor al prójimo, especialmente a los más cercanos. No es cuestión de ocupar lugares, sino de hacer sitio para otros. No se trata de estar, sino de estar para…

Servir es acompañar, escuchar, sostener, organizar, callar cuando toca y hablar con ternura cuando hace falta. Es, en definitiva, vivir la promesa día a día con la convicción de que no fuimos elegidos para brillar, sino para alumbrar.

Que Don Bosco nos siga inspirando y María Auxiliadora nos sostenga en el camino. Sigamos siendo luz, allí donde estemos.

La humildad es esa virtud que, cuando se tiene, se cree que no se tiene
(Mario Soldati)