Joaquín Torres Campos

Cuando los antiguos romanos trasladaron el comienzo de año al mes de enero, lo denominaron januarius, en referencia y honor al dios Jano -el dios de las puertas y de las llaves-, representado con dos caras. Una de ellas -con aspecto provecto-, miraba hacia atrás, cerrando la puerta del año concluido. La otra -con rostro de joven-, dirigía la vista hacia adelante, hacia el horizonte que desplegaba la apertura de un nuevo año.

Muchas de las imágenes que nos han acompañado estos días muestran el año viejo como un anciano ya mayor -y en parte decrépito-, y el año nuevo incluso como un bebé.

Los ciclos de la Tierra, la Luna y el Sol configuran y ordenan nuestros tiempos. En nuestras vidas se repiten aconteceres, tormentas y bonanzas, pero -al igual que las golondrinas y madreselvas de Bécquer-, los vendavales se parecerán, pero ninguno será igual; los días soleados nos habrán podido alegrar, pero los gozos los habremos sentido harto diferentes. Nuestra vida suma ciclos en un avance que solo detiene la última hora.

Ahora bien, lejos de considerarnos meros dientes de una rueda eterna y fatal, los cristianos caminamos por las horas, días, meses y años hacia un objetivo y destino claros. El Dios eterno se hizo historia en su Hijo encarnado.

Desde su Pascua, nuestro devenir posee un sentido que ilumina toda nuestra existencia. Somos barro que apunta al cielo, flechas impulsadas hacia el infinito, y más allá, hacia un cielo nuevo y una nueva tierra definitivos, firmemente anclados en el amor del Dios siempre vivo en el amor.

Comenzamos a transitar el nuevo año en que cumpliremos los primeros veinticinco años del siglo XXI. 20 siglos y 25 años de la ahora llamada ‘era común’ o ‘nuestra era’, pero que, por mucho que quieran emplear eufemismos, son los 20 siglos y 25 años de la era cristiana, nacida con el nacimiento del Hijo de Dios.

Celebramos los cristianos los 2025 años del gran acontecimiento y misterio de la Encarnación. Año de Júbilo y Esperanza. Y la Esperanza -Jesucristo- no defrauda.

¡Anclados en la esperanza, peregrinos con los jóvenes!

¡Felicísimo Año vivido en Esperanza, jubilosos en la Fe, animosos en la Caridad!