Diciembre 2017. Cardenal Ángel Fernández Artime

El lema contiene dos elementos de vital importancia para nuestro mundo de hoy: la escucha y el acompañamiento personal. Se lo ofrezco siguiendo un hermosísimo texto evangélico que nos iluminará y dará pie a variadas reflexiones; es el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, en el que, desde la diversidad de género y de etnia, además del antagonismo religioso, llega al encuentro más profundo con la otra persona, hasta el punto de cambiar su vida.

Les invito a acogerlo con la buena disposición de siempre y a aprovechar lo que les pueda ser más adecuado para su situación pastoral, la que cada uno de nosotros vive en los diversos contextos culturales en los que nos encontramos.

Por mi parte puedo decirles que, en los cientos de encuentros que he tenido en estos años con jóvenes de los cinco continentes, he llegado a la certeza de que las presencias de las casas de nuestra Familia Salesiana están llenas de miles y miles de jóvenes buenos, abiertos a la vida, con el deseo de formarse, de aprender, jóvenes en búsqueda. Muchos de ellos, con un gran corazón generoso, que desean servir a los demás, hacer algo por los otros, ayudar, donarse.

Jóvenes que nos piden ayuda para seguir creciendo y madurando su fe. Otros que no lo piden, pero que tienen una gran necesidad de encuentro personal y de escucha. Son muchos los que estarían bien dispuestos a hacer un camino personal y comunitario de discernimiento y acompañamiento.

Y me digo, ¿a qué esperamos? ¿Por qué no decidirnos a estar mucho más disponibles para acompañar a todos nuestros jóvenes en lo más importante de sus vidas? ¿Qué nos frena? ¿Por qué “ocuparnos” o “entretenernos” en otras cosas si esta es una verdadera prioridad educativa y de evangelización?

Daremos pasos mucho más significativos, mis queridos hermanos y hermanas, el día en que nos convenzamos totalmente de que más importante que lo que hacemos es lo que somos y quienes somos; más importante que ofrecer cosas y actividades a los adolescentes y jóvenes, y a sus familias, es ofrecerles nuestra presencia, escucha y diálogo. Eso sí deja «huellas de vida» para siempre. Y esto con los jóvenes y con las familias.

Don Bosco, educador y guía espiritual de sus jóvenes
Hablar de Don Bosco como educador significa descubrir y ser muy conscientes de la estrecha conexión existente entre su misión educativa y el acompañamiento espiritual de los jóvenes y de lo que eso significa en su formación.

Queriendo ser muy sintético, subrayando solo lo más esencial, haré notar algunos elementos que me parecen de gran riqueza en él:

  • Don Bosco es un evangelizador-educador que se preocupa, con gran intuición, de crear un ambiente educativo atractivo, rico en propuestas formativas y en relaciones humanas; Don Bosco nunca renunciaba a dar, poco a poco, pasos en la formación cristiana de sus muchachos.
  • Para nosotros, Don Bosco es el genial acompañante espiritual de sus muchachos, porque no se limita al diálogo personal con ellos, o a la celebración del sacramento de la reconciliación (en aquel momento llamada tan sólo confesión), sino que todo está entrelazado y unido a los demás elementos de la acción educativa y a la cotidianeidad de la vida en sus diversos momentos.
  • En el estilo de Don Bosco, acompañante y acompañado no se encuentran puntualmente según una agenda en el día y hora establecida, sino que diariamente comparten ambientes, espacios de recreo, momentos de trabajo, de oración, de alegría.
  • Por todo ello es presumible que se pudiera dar con facilidad un mutuo conocimiento, confianza e incluso amistad, que preparaba para la confidencia y para dejarse guiar.
  • En él, la paternidad espiritual es consecuencia y fruto maduro de la paternidad educativa que viven con él sus muchachos en el día a día. Pienso que se expresa magníficamente en estas palabras: “Para cada chico, Don Bosco confesor y director espiritual es el que le ha acogido con afecto, le sustenta, le instruye y le educa, le estimula a dar lo mejor de sí en la comunidad y en el trabajo cotidiano. Junto a él están los asistentes, formadores y jóvenes amigos con los que puede compartir la misma tensión ética, los mismos valores espirituales, en un intercambio dialógico estimulante y fecundo”.

En definitiva, el tono afectivo y la creación de confianza y simpatía recíproca son para Don Bosco condiciones fundamentales en su método educativo:

  • Don Bosco es, siempre y en todo momento, educador que no solo asegura para sus muchachos la alimentación, la salud y la instrucción académica. Su tarea educativa está orientada siempre a la educación cristiana de sus muchachos. Por ello podemos decir que “el acompañamiento espiritual hacia la perfección cristiana es parte esencial y necesaria de la pedagogía salesiana”.
  • Es muy iluminador saber que Don Bosco no tenía el mismo vínculo y relación con cada uno de sus muchachos en el acompañamiento sino ‘tonalidad y graduaciones diversas’. No era la misma con los muchachos que encontraba solo en el oratorio festivo, la tarde de los domingos y en la confesión, que con aquellos que vivían día y noche en Valdocco y, entre estos, con aquellos que mostraban sensibilidad y disponibilidad vocacional.
  • Un rasgo que debe ser ‘muy nuestro’ porque fue muy de Don Bosco es el de dar siempre pasos hacia la creación de comunidad de vida, donde los encuentros cordiales, la presencia continua, la cercanía empática de los educadores (típico de la asistencia salesiana) suscitando confianza y amistad, fuese la tónica habitual de esa comunidad de adolescentes, jóvenes y adultos.

El punto al que se tendía siempre, en la medida de lo posible, era ‘la conquista del corazón’ ¡Qué hermoso, sabiendo lo que eso debe significar en un verdadero educador y evangelizador!

  • Además, sabemos que para Don Bosco la cualidad del ambiente educativo que había que ofrecer y construir junto con los muchachos en Valdocco era el más eficaz acompañamiento para cada uno, en las más diversas situaciones en las que se encontraban.
  • Don Bosco intenta comprender a los muchachos, captar sus necesidades y deseos juveniles, y así, en la relación educativa, el joven se siente entendido, acogido, sostenido y querido.

La confianza de los muchachos en su amigo educador y padre los llevará a abrir su corazón y aceptar recorrer con él caminos que les permitan descubrir algo muy nuevo y atrayente. Ejemplo relevante, e ilustrativo al mismo tiempo, es la resistencia inicial del joven Miguel Magone —tal como lo cuenta el mismo Don Bosco—, que no encontraba gusto más que en cantar, gritar, correr y saltar, hasta llevarlo a una ‘crisis’ que lo desconcierta, y a un cambio en el que la conversión del corazón le hace experimentar una gran alegría y un camino espiritual sin precedentes.

Por todo esto, decimos que “Don Bosco es modelo: en él tienden a identificarse el educador, el confesor y el director espiritual; insiste sobre la acogida afectuosa, sobre la bondad, sobre la magnanimidad y el cuidado de cada uno, sobre la intensidad del afecto demostrado de manera que los jóvenes recurran, se confíen y colaboren en la acción formativa con una obediencia pronta y cordial”.

Y todo ello llevado a cabo con una pedagogía de procesos tan común en la tradición espiritual. “La vida cristiana se vive de modo progresivo, en distintos grados de profundidad o de plenitud y está permanentemente abierta a un crecimiento siempre mayor”:

  • Con procesos que no deben forzarse, ni desde dentro ni desde fuera.
  • Hasta tomar conciencia de dicho proceso y hacerse cargo de él, puesto que es el Espíritu quien lo desencadena en cada uno.

Como María
Como María, que vivió la novedad de la Anunciación en la que un Dios ‘personal’ llega a su encuentro, llama con tanto respeto a la ‘puerta’ de la libertad de su creatura, y hace fecundo lo que humanamente no sería posible. Con ella se nos invita a preguntarnos acerca de nuestra fe, nuestro ‘abandonarnos’ en el Dios que siempre es novedad de vida, y dejarnos llevar por el Espíritu.

Que el Señor nos ayude a hacer este camino y que sepamos ayudar en él a nuestros jóvenes. Que nuestra Madre nos conceda la gracia de ser auténtica mediación de la Palabra del Señor que resuena, no siempre de una manera comprensible, en el corazón de cada joven, en los matrimonios, en las familias, en todos aquellos que se sienten en búsqueda.

Con la mediación de la Auxiliadora ante su Hijo y la protección de Don Bosco y todos aquellos miembros de nuestra familia que ya están camino de los altares, os saluda deseándoos todo bien.

Caminemos hacia la Pascua con espíritu alegre, soñando que esto es posible. ¡María nos acompaña!
(Isabel Pérez Sanz)

No tendría que sorprendernos demasiado que sean hoy tan escasos los que escuchan a Dios
(Juan José Bartolomé)

No se puede cultivar la interioridad si el tiempo “se consume”
en ser espectadores de la vida de los otros, mirando simplemente las apariencias
(Cardenal Ángel Fernández Artime)