Boletín 290, marzo 1988

Compartimos la noticia publicada en la página 20 de nuestro boletín número 290 de marzo de 1988 acerca de la importancia de la presencia salesiana en África según el Cardenal Arzobispo de Luanda don Alejandro Do Nascimiento.

Desde la casa donde estoy viviendo provisionalmente, se ve un patio bastante grande. Es de los Salesianos. Hace pocos años que han recibido la parroquia de “San Pablo”, una de las más populares y pobladas del lugar. La burguesía colonial tiene en Luanda otras iglesias con más de cuatrocientos años de vida.

La situación privilegiada que tengo me da ocasión de observar a menudo y con discreción el conocido método educativo de los Salesianos. El reguero continuo de gente desconocida, que viene espontáneamente a hablar con los Salesianos, es interrumpido solamente por la necesidad de ir a dormir.

De la misma manera que la Iglesia manifiesta sus preferencias por los pobres, los Salesianos las tienen por la juventud pobre. Querría que os fijaseis en esto: los jóvenes, desde muy temprano, van a estar con los sacerdotes y es ya muy entrada la noche cuando se marchan. Hay siempre en el patio muchachos que juegan al balón, que corren, saltan o cantan. Hace algún tiempo asistí a una velada recreativa preparada por estos jóvenes que crecen bajo el influjo educativo de los hijos de Don Bosco. Durante este mes de octubre, veo a unos cincuenta chicos y chicas, que se reúnen a las ocho y media de la tarde y rezan en Rosario. Cuando terminan, un Salesiano les hace una breve reflexión espiritual y después, respetuosamente y en orden vuelven a sus casas. Viendo este espectáculo, experimento, también yo, un poco de consuelo, angustiado por la situación de la juventud de esta ciudad de más de un millón de habitantes, cuya inmensa mayoría tiene menos de treinta años. La atmósfera de incertidumbre que una guerra sin fin ha terminado por provocar: el aumento de la criminalidad juvenil, el envilecimiento, la seducción del ateísmo. ¿Cómo no ver que todo esto quita el sueño a los que amamos a la Iglesia y tenemos una idea de Patria? Y, si dirijo mi mirada a todo el continente africano, pienso que es necesario gritar: “¡Don Bosco, ven a África! ¡Ven a ayudarnos y estrecha la mano de esta juventud que tiene tantos valores! ¡Verdaderos diamantes que es necesario tallar!”.

¿Y quién mejor puede hacer esto, sino los que profesan al joven un amor desinteresado, respetuoso y exigente? ¿Los que, en un clima de confianza recíproca entre educador y alumno, infunden un sentido de dignidad al trabajo profesional y poseen la alegría como una actitud constante? Don Bosco recibió del Señor aquella mirada llena de afecto exigente con la que Cristo miró al joven que quería descubrir el camino de la perfección. Vengan, pues, los hijos de este Santo, padre de la juventud, en número cada vez mayor. Los mejores lo seguirán y con él seguirán a Cristo.

Ser amigo de Don Bosco requiere el deseo de ser y hacer como él
(Francisco Pintor)