Isabel Pérez Sanz, fma

Queridos hermanos: en plena e inédita crisis del coronavirus, COVID-19, escribo la editorial en el tren durante un largo trayecto, donde no se habla de otra cosa. Las autoridades civiles, sanitarias, religiosas nos orientan y dan indicaciones sobre la prevención por el rápido contagio que supone. Ante ella, todos experimentamos miedo, fragilidad y vulnerabilidad.

Y me pregunto: esta situación ¿tendrá algo que ver con la Cuaresma y el misterio Pascual que los cristianos celebramos? Es necesario e importante discernir en este tiempo, por donde pasa Dios y cómo. Cualquier situación, por inesperada que sea, puede ser ocasión de una conversión personal y social, ayuda a vivir en alerta y con atención a los signos de los tiempos. Esto requiere de cada uno de los hermanos SSCC un tiempo de calma, de quietud y silencio, de escucha atenta y sosegada. Incluso se precisa dejar de hablar para que el otro diga y sea escuchado en la familia, en el servicio sanitario, en… Habremos pasado juntos tantas horas de diálogo, de oración, de cariño mutuo que dan sentido y apoyo a los que pertenecemos a la asociación. Deseo que cuando llegue este Boletín estemos ya en otra situación. Experimentando que Cristo en su Resurrección nos comunica su Espíritu y “derrama sobre nosotros un agua pura que nos purificará” para respirar y vivir en la libertad de los que han encontrado un sentido de vida en la generosidad y en la entrega, la que nos hace salir de la seguridad, del individualismo y de la muerte. Con la situación vivida y reflexionada, tendremos el termómetro con el cuál medir nuestra relación con Dios. Estas son las claves: “todo lo que hagáis a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hacéis” (Mt 25, 40) “Quien no ama a su hermano al que ve, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ve?”. La muerte de Jesús en cruz no fue el fin de su vida. El sigue vivo y aunque de modo distinto, continúa presente en la comunidad cristiana y en la historia humana. Es el Espíritu del Resucitado el que se mueve dónde y cómo quiere. El Reino avanza en lo pequeño, como un grano de trigo, como la levadura en la masa, como la sal condimenta, como la brisa en el atardecer. Hermanos, si Cristo ha resucitado, el mal no es invencible. Al final no van a triunfar la desgracia, el dolor, la injusticia, aunque a algunos nos toque muy de cerca. Porque la humanidad se ha hecho más solidaria, a través de pequeñas acciones de servicio, del cuidado a los más indefensos, de los gestos de cariño, de los pequeños servicios de aproximación, desviando si es necesario nuestro camino para ir a encontrarnos con los que sufren. Nuestro PVA/E, en el artículo 7, nos invita a ser testigos de las Bienaventuranzas y nos compromete a evangelizar la cultura y la vida social. Un abrazo.