Antonio Lloret Calero, sc

Transcribimos el artículo publicado en las página 76 del boletín número 408 de octubre de 1998 en la sección Experiencias

Todo empezó en una Asamblea local de principio de curso; aunque le veníamos dando vueltas hacía varios años pero sin terminar de decidirnos. No queríamos o no podíamos comprometernos. Quizá era también que no encontrábamos nada que nos atrajera suficientemente.

Un buen día, a primeros de octubre, en la primera Asamblea local del curso 97-98 no dejamos pasar la oportunidad de comprometernos en una “misión común”: hacer algo por los pobres y marginados. Y al fin cogimos el toro por los cuernos, porque la única forma de hacer algo es hacerlo, y así ya no te puedes volver atrás. ¡Hay que responder!

A través de nuestra Obra común (de todos los cooperadores) “Cooperación Salesiana y Tercer Mundo” nos enteramos que don Cosme Robredo, salesiano (el padre Cosme allí en su Perú, o Cosme para muchos de nosotros) pedía ayuda y apoyo en material didáctico y libros de texto o de todo tipo de libros útiles para sus chavales del Oratorio del Rimac que él dirige en los suburbios de Lima.

Recuerdo con agrado (allá en el garaje de la Inspectoría Salesiana) que gracias a Mariano García (nunca le agradeceremos bastante cuanto ayudó en esta obra) que nos consiguió durante varios meses aquel lugar para almacenar las mercancías; los recuentos de los libros que nos llegaban; anécdotas de cuando abríamos algún paquete como si fuera un “regalo” (¿qué habrá aquí?, decía alguno); recuerdo a Boni que nos ayudó muchísimo en todo este tiempo recepcionando la mercancía, apilándola, transportando cajas al garaje, etc. ¡Gracias Boni! Y todo llevado con alegría aunque había días que salíamos allí a las 10 de la noche rendidos, pero con la satisfacción de que alguien allá en Perú podría enriquecer su cultura y dar utilidad a lo que nosotros con frecuencia nos sobra.

Y llegó la hora de enviar todo al Perú. Nos movimos por varios sitios para conseguir los menores costos para el transporte. Al final, Jordi Tarradell (antiguo Consultor mundial de los Cooperadores) fue quién ultimó todo para que saliera desde Barcelona en barco: él se encargó también de todas las gestiones burocráticas con las Aduanas y demás autoridades. Desde aquí también le mostramos nuestra gratitud por su estupendo apoyo. Nosotros antes tuvimos que relacionar los casi 10.000 libros que salieron (uno por uno) ya que así lo exigían las normas.

Se completó, en fin, una tarea, una misión, un compromiso que nos ha llevado todo el curso y en el que no sólo hemos estado implicados los Cooperadores de nuestro centro, sino muchas otras personas: un sin fin de Editoriales; Librerías; Juntas de Comunidades; particulares; cooperadores mayores de nuestro mismo Centro que ayudaban a llevar las bolsas de libros; el Sr. Inspector y el Administrador provincial. A todos nuestro agradecimiento porque “juntos” pudimos realizar esta obra.

Nosotros, una vez completada la operación, nos hicimos esta reflexión que puede servir a todos: merece la pena comprometerse con una misión común todo el Centro de Cooperadores. Pensamos que es un tema que a veces, tanto los Cooperadores como los propios Centros, vamos olvidando y luego nos quejamos de las reuniones: decimos que a veces sobran. Que demos la máxima importancia a “querernos más, estar más tiempo juntos realizando alguna actividad en común todos unidos”.

No es protagonismo lo que necesitan los pobres,
sino ese amor que sabe esconderse y olvidar el bien realizado
(Mensaje del Santo Padre Francisco para la II jornada de los pobres, 7)