Antonio de la Flor y Teresa Quirós

Hola Familia:

Tenemos la suerte y la bendición de vivir en una provincia especial. Mar, campo y montaña. Pasamos de vivir del mar Atlántico, con autenticas playas para poder disfrutar de su espectacular oleaje, a la campiña con su ganadería y a la montaña. Sí, montaña, hasta tenemos la suerte de disfrutar de la nieve y de una reserva natural de pinsapos, abeto que cubre las laderas de la sierra de Cádiz y Ronda (Málaga).

Pero, os invitamos a ir hacia el sur, zona de Algeciras y Tarifa. Desde aquí África y si estiramos el brazo, nos da la sensación de tocar el otro Continente. En esta vista, contemplamos la otra orilla, cercana y al mismo tiempo indescriptible de lo que ocurre al otro lado, solo las noticias de auténticos aventureros que se atreven a cruzar con la idea legitima de conseguir una oportunidad de mejorar. Somos privilegiados, vivimos cómodos, con la suerte encima nuestra, la que otros no han tenido, sin embargo pasan los días y seguimos dando la espalda a no ver la otra orilla.

Año 2015: Anabel y Chema, dejaban atrás su compromiso con la asociación animándonos durante 6 años de prestar atención a la Pastoral Familiar y la de coordinar a nuestro querido Movimiento de Hogares Don Bosco. Tere y yo recogíamos el testigo y durante los tres primeros años nos poníamos a trabajar junto a Dolo, Cisco, José Manuel, Ruth, Maribel, Lidia y Cristóbal en ofrecer un trabajo de reflexión sobre las nuevas realidades.

No era fácil y teníamos que hacer un buen trabajo. Cruzar de una orilla a la otra, comprobar, ver, dar testimonio de que nuestro corazón estaba abierto, preparado para poder responder a nuestros nuevos retos que la Iglesia, a través del Papa Francisco, nos ofrecía para reflexionar y dar buena cuenta de nuestro ser Salesiano Cooperador. Conscientes de cuales son nuestros errores, fallos, prejuicios, nuestras miles de miradas y cada una de ellas vistas desde puntos de vista y según nuestras diferentes realidades. Como siempre Dios nos pone a prueba y, cuando todo parecía un recorrido sin vuelta atrás, tuvimos la oportunidad de conocer a José Luis Guzón, SDB, que nos ofrecía una puerta abierta para poder reflexionar. Desde entonces este trabajo ha quedado en manos de nosotros para compartir, con nuestros hermanos y hermanas, la diversidad de situaciones donde las personas han de ser atendidas.

Pero: ¿somos capaces de cruzar a la otra orilla? ¿De que manera, vivimos el, los problemas, la situación del otro? ¿Estamos ante alguna situación de nuevas realidades? ¿Cuál es nuestra respuesta?

Nosotros estamos viviendo hoy esta experiencia. Cuando estábamos presentando el documento de reflexión, dábamos cuenta de lo vivido por quienes estaban al frente de algún grupo que vivía algunas experiencias: dolor, llanto, sufrimiento, rencor, etc.

En la actualidad estamos viviendo de primera mano: la separación de nuestro hijo, demanda de divorcio, nacimiento de una niña, rencor, maldad, hielo, frio, lejanía, falta de comunicación. Todo metido en un circulo de donde parece que no se sale. En medio de esta historia, una bebe, la cual no tiene nada de responsabilidad. Ha llegado al mundo y ya tiene un problema. Vivimos esperanzados en que todo pase rápido (cosa que tendrá su tiempo) y no nos inunda la desilusión.

Hemos cruzado a la otra orilla; comprobamos el sufrimiento de no comunicarnos, de la sin razón, del rencor, del sufrimiento de unos cuantos, la familia de esta orilla, la de la otra. Mientras tanto, nos ponemos todos los días en presencia del Señor y de María Auxiliadora. Tenemos la confianza plena en que esta historia tiene un sentido y de ella daremos buena cuenta en compartirlo.

Os animamos a prestar atención en la Pastoral Familiar. Nos tenemos que involucrar en esta parcela, junto al resto de nuestra Familia Salesiana. Debemos iniciar líneas de acción con un objetivo claro: poder formar a jóvenes, en la preparación al noviazgo, al matrimonio, a ser padres. Os deseamos que paséis un Adviento lleno de celebraciones familiares y fomentando el buen “rollo”. Hasta el próximo mes.

Dios ama al que da con alegría
(Segunda Carta del Apostol a los Corintios, 9,7)