Eusebio Martínez Aguado

La muerte del Papa Benedicto XVI nos está animando a buscar y saborear algunos de sus mensajes, profundamente humanos, profundamente cristianos. ¡Merece la pena!

En su testamento nos dijo, entre otras cosas: “No os dejéis apartar de la fe… ¡Manteneos firmes en la fe! No se confundan”.

El 29 de junio de 2013 el Papa Francisco firmaba la Carta Encíclica «Lumen fidei». Alguien dice que es un documento “a dos manos”. El 13 de marzo de 2013, el Cónclave, que se celebró tras la renuncia de Benedicto XVI, eligió como Papa a Jorge Mario Bergoglio. Quien lea el documento, podrá inmediatamente notar, más allá de las diferencias de estilo, sensibilidad y acentos, la sustancial continuidad del mensaje del Papa Francisco con el magisterio de Benedicto XVI.

En el número 1 el Papa, después de hacer un brevísimo comentario sobre el sentido de la luz-fe-tinieblas con los textos Jn 12,46 y 2 Cor 4, 6, termina con la siguiente afirmación: “Quien cree, ve; ve con una luz que ilumina todo el trayecto del camino, porque llega a nosotros desde Cristo resucitado, estrella de la mañana que no conoce ocaso”.

Como resumen del documento y como invitación a leerlo en profundidad, pongo los títulos de los cuatro capítulos:

  • Hemos creído en el amor (1 Jn 4, 16)
  • Si no creéis, con comprenderéis (Is 7, 9)
  • Transmito lo que he recibido (1 Cor 15,3)
  • Dios prepara una ciudad para ellos (Hb 11,16)

Termina el documento con una referencia a la que ha creído (Lc 1,45): María y con una oración cuyas últimas palabras son: “Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que El sea luz en nuestro camino; y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor”.

No está mal que de vez en cuando nos hagamos la pregunta que san Pablo hacía a los Corintios “¿tienes algo que no lo hayas recibido?» Desde la respuesta adecuada a esta pregunta se rechaza la autosuficiencia, la soberbia; y se promueve el agradecimiento. La raíz está en que nuestra fe es una respuesta a un amor que nos precede y nos trasforma desde dentro.
Don Bosco en el famoso «sueño de los diez diamantes» indica que tres de estos diamantes están sobre el pecho: el primero pone «FIDES»; en los rayos que emanan del diamante se lee: “Armaos con el escudo de la fe para que podáis combatir contra las acechanzas del diablo” (Ef 6, 6). “La fe sin obras está muerta” (Sant 2,20); “No los que oyen la ley de Dios poseerán su Reino, sino los que la cumplen” (Rom 2, 13).

En un sueño que Don Bosco contó el 15 de junio de 1876, solemnidad del Corpus Cristi, indica que después de haber sorteado muchos peligros y dificultades, “se oyó a la Virgen que decía: esta es la victoria: vuestra fe”.

Una manera de acercarnos a María y, junto a Ella, aprender, es llamarla e imitarla como Madre de los creyentes.