Eusebio Martínez Aguado, sdb

Cuentan que durante la guerra de Vietnam un fotógrafo captó a un niño cargando un pequeño en su espalda mientras huía de un bombardeo. Al preguntarle si no era mucho peso para poder huir, él le dijo: «no es un peso, es mi hermano».

La situación de pandemia que estamos viviendo nos ha proporcionado momentos de preocupación, de sufrimiento, de búsqueda, de luz, de encuentro. En algún caso, la vivencia de un sufrimiento intenso ha supuesto un replanteamiento, si no de todo el contenido de la fe, sí, al menos, de algunos aspectos de nuestra vivencia cristiana. En algún caso, todo esto ha supuesto una especie de “revolcón” de nuestras creencias. Y no es para menos.

Estar en la barca y constatar con angustia profunda que las olas la llevan de una parte a otra con el peligro inminente de dar la vuelta y sumergirnos en el mar, todo esto nos llevó a gritar y pedir al Señor que hiciese algo; porque, además, Él, el que entiende de barcas y tempestades, está dormido y no hace nada. Y al invocar al “dormido en la barca” nos alegra saber que debemos tener más fe; pero en ese momento seguimos con la conciencia subjetiva de que la barca sigue dando bandazos. Esta es la cuestión: con la barca en bandazos y saber, creer, que solo Él tiene la fuerza de la calma verdadera y duradera: todo un revolcón de fe.

Y aquí surge la pregunta: ¿Cómo se puede creer en el que proclama la vida verdadera cuando en el entorno más próximo hay muerte y más muerte? ¿Y cómo se puede creer en el que es la vida cuando lo proclama desde su muerte en la cruz? ¿Cómo puede ser feliz una madre que tiene que renunciar a tanto para atender a su hijo enfermo durante tiempo y tiempo? Y esta pregunta la hace alguien que está a punto de hacer opción de felicidad fuera de compromisos generosos.

A toda esta realidad solo hay una respuesta: “No es un peso; es mi hermano”. Dios es amor; y desde el amor se es feliz en el sacrificio. El corazón de la madre cuidadora de su hijo es todo amor; y es más feliz la que renuncia a tanto por cuidar, que la que quiso ser feliz sin sacrificio.

El mes de junio nos habla de Corazón de Jesús. El que dormía en la barca es todo amor, y desde ese corazón se garantiza la verdadera paz que sigue a la tempestad.

Querido salesiano cooperador: un día dijiste con aire de solemnidad: “Atraído por tu Amor misericordioso quiero corresponderte practicando el bien”.

Toda una gracia la contemplación del Corazón de Jesús en este mes de junio: el mejor método para quitar pesos y acoger hermanos.