Eusebio Martínez Aguado

Sed santos, porque yo, el Señor, Dios vuestro, soy santo (Lv 19, 2)

El 1 de abril de 1934 fue un día muy señalado para toda la humanidad, para toda la cristiandad, para toda la Familia Salesiana: La canonización de Don Bosco. ¡Don Bosco es un santo!

Ciertamente fue señaladísimo aquel día de Pascua de resurrección del 1934. A nosotros nos toca abrir nuestras mentes y nuestros corazones a este ejemplo de vida que nos propone la figura de Don Bosco.

Don Egidio Viganó, séptimo sucesor de Don Bosco, resumió de esta forma los grandes valores de la santidad salesiana:

  1. Solo Dios es santo. Nuestra santidad es la vida de Dios injertada en lo más íntimo de nuestra existencia. “Somos santos por lo que en nosotros hay de Dios”.
  2. Servir al Señor con alegría. Actitud de sencillez y alegría que hace aparecer fácil y natural lo que en realidad es arduo y sobrenatural.
  3. Tener corazón oratoriano. El corazón de Don Bosco latía siempre bajo el impulso del “da mihi animas”. Se reflejaba en lo que podemos llamar caridad pastoral que es la energía que da unidad a su espíritu, la originalidad que acompaña a la Familia Salesiana y el manantial de nuestra santidad
  4. Saber hacerse querer. La caridad pastoral se hace caridad pedagógica. La famosa “Carta de Roma” se puede leer en esta clave de santidad típicamente salesiana. En ella, Don Bosco habla de días de afecto, de tolerancia, de corazones abiertos, días de alegría.

Queridos salesianos cooperadores: Os recuerdo dos textos para meditar y hacer vida:

«El PVA ofrece un auténtico camino de santificación para ejercer la caridad en el trabajo por la salvación de las almas. Los Salesianos Cooperadores confían en la fidelidad de Dios Padre, que los ha llamado» (PVA/Proemio). «Este camino de amor a Dios y a los demás es un camino seguro hacia la santidad» (PVA/E 7).

La figura de Don Bosco santo nos llama a sumergirnos de nuevo, después de una cuaresma vivida con coherencia, en el aire fresco de la resurrección. A algunos les parecía, y puede parecer ahora también, que la propuesta de santidad salesiana es una propuesta poco seria. ¡Por Dios! La historia de la santidad salesiana lo desmiente. Ojalá que lo desmienta también el testimonio individual y comunitario de nuestras vidas.

Ahora solo falta que nosotros nos convenzamos de que, siendo alegremente fieles a Don Bosco, no es que seremos santos, sino que estamos viviendo ya ahora la santidad. ¡Ánimo! Que nadie se quede rezagado.