José Ramón Alcalá Zamora

Transcribimos el artículo publicado en el boletín número 600 de abril de 2016 en la página 82 donde José Ramón Alcalá, coordinador provincial de María Auxiliadora nos hace una certera reflexión en torno al reto número 3 del III Congreso regional.

Reto 3: “Favorecer la dimensión comunitaria de la Asociación, para que ésta pueda hacerse visible en los centros locales como auténticas comunidades cristianas de referencia donde los jóvenes de las obras puedan sentirse acogidos.”

Nuestro Congreso regional del pasado mes de Junio de 2015 en el Escorial es una referencia en cuanto en él se abordaron una serie de retos de plena actualidad y vigencia para nuestra Asociación hoy. Uno de ellos, sobre el que me piden esta reflexión personal es el de “Favorecer la dimensión comunitaria de la Asociación, para que ésta pueda hacerse visible en los centros locales como auténticas comunidades cristianas de referencia donde los jóvenes de las obras puedan sentirse acogidos.” Casi nada.

Mi punto de vista en lo que a este reto significa viene alimentado desde diferentes planos. En primer lugar mi experiencia personal en mi etapa de aspirante, las situaciones que vivo en mi propio centro local y la perspectiva que me aporta el servicio de Coordinador provincial donde observo diferentes realidades muy enriquecedoras.

La clave para que nuestra asociación responda a las necesidades de la juventud y a lo que la Iglesia quiere de nosotros, es que empecemos a hablar de comunidades y a vivir la experiencia de la entrega a los jóvenes, desde una auténtica referencia comunitaria, en la que se compartan los bienes, la oración y la misión.

Si perdemos esta perspectiva corremos el riesgo de volvernos “poco significativos”. Mi vocación prendió porque cuando era joven veía con ilusión a un grupo de personas implicadas, comprometidas en la pastoral, en los barrios, en el centro juvenil, en la escuela. Para mi eran referentes y modelo.

Se trata de una cuestión de significatividad, de estar entre los jóvenes, de ocupar los patios, las plataformas sociales, la calle, las parroquias, pero en esto no debemos volver a cometer errores pasados. Si vamos a los jóvenes de forma individualista hemos confundido el camino. Es la comunidad la que nos envía, la que se hace presente en todos aquellos lugares donde los jóvenes están presentes.

Y al referirme a los lugares donde están los jóvenes pienso que nuestra presencia debe tener una doble dirección. Por un lado acompañar y ofertar nuestra vocación a jóvenes que hayan iniciado en nuestras presencias un camino de compromiso pastoral, ya que su camino y su casa puede ser nuestra Asociación y no debemos tener miedo a ofertar y presentar la vocación. En segundo lugar, nuestra presencia debe dirigirse a los jóvenes en situaciones de dificultad en nuestra localidad mediante proyectos de misión común, bien sean los gestionados por plataformas sociales de la Familia Salesiana o de otras entidades sociales de la Iglesia. Si conseguimos hacernos visibles para estos jóvenes, habremos conseguido cambiar la palabra Centro por la palabra Comunidad, que suena muchísimo mejor, sin lugar a dudas.

Redescubrir que Dios nos regala los sacramentos nos abre la puerta a una respuesta
que no nace de la necesidad, sino del encuentro libre y gratuito en el que es posible el amor
(Jorge Oesterheld)