Juan Enrique Navarro Santos

Febrero y marzo han sido meses especialmente ricos para nuestra vida como Asociación. Hemos vivido dos encuentros significativos que, más allá de su contenido, han reafirmado algo fundamental: somos una provincia en camino, una comunidad que se construye en cada paso compartido.

El 22 de febrero celebramos en la sede inspectorial SDB una Jornada de formación bajo el lema “Llamados a cambiar el mundo. El apostolado de la Acción Social”. Fue un espacio para redescubrir nuestra identidad apostólica como «Salesiano Cooperador» y nuestra responsabilidad de transformar el mundo desde nuestra fe. Tras una reflexión inicial sobre la naturaleza de la acción social, distintos hermanos compartieron experiencias inspiradoras realizadas en sus centros locales:

  1. Concierto Solidario en Estrecho,
  2. Cena Solidaria de Plaza Castilla, que este año celebra su 25ª edición,
  3. Pozo de Pádel en Aranjuez,
  4. Banco de Alimentos de Carabanchel.

Cada testimonio fue reflejo del compromiso concreto y creativo que, desde lo cotidiano, construye Reino. Sirvió para tomar conciencia del poder transformador que tiene un Salesiano Cooperador cuando actúa desde su vocación, incluso en las acciones más pequeñas: una colecta, una tómbola solidaria, una iniciativa en el barrio o una actividad con los jóvenes. Todo suma. Todo deja huella. Y todo cuenta para no quedarnos quietos, para seguir despertando conciencia, empezando por nuestras comunidades y extendiéndose a nuestro entorno. Porque el bien, aunque humilde, nunca es insignificante cuando nace del amor y se hace con sentido evangélico.

Pocos días después, el fin de semana del 8 y 9 de marzo, nos reunimos en Ávila cerca de cuarenta Salesianos Cooperadores para vivir los Ejercicios Espirituales que nos prepararon la entrada en Cuaresma. Dirigidos por Javier Moreno, SDB, profundizamos en el lema: “Esperanzados en ser más de Dios. Una mirada al Salesiano Cooperador”, tomando como modelo a Attilio Giordani, cooperador italiano y laico en proceso de canonización. Javier nos lo presentó como un referente cercano, alguien que vivió su fe con radicalidad alegre en lo cotidiano: como animador incansable de oratorio, esposo fiel, padre comprometido, trabajador íntegro. Un modelo de santidad laica como soñaba Don Bosco, que nos inspira a vivir nuestra vocación con mayor hondura.

Ahora, tras estos dos momentos transformadores, nos encaminamos a la Cuaresma y confiamos que, lo sembrado en esos días, florezca en este Año de la Esperanza en ganas renovadas de sumar, de vivir la vocación desde la fe y no solo desde las ganas. Queremos que lo que hacemos no nazca del deber, sino del deseo profundo de compartir la vida y la fe con otros. En eso estamos, y hacia ahí seguimos caminando.

La vida, amigo, es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro
(Vinícius de Moraes)