La vocación a ser Salesiano Cooperador es una invitación a ponerse en camino para desarrollar la vida bautismal del cristiano. Esta vida es al mismo tiempo don y tarea. Es don porque cada uno recibe de Dios una invitación personal a realizarse a sí mismo poniendo su vida al servicio del Reino. También es tarea y responsabilidad, porque Dios actúa con la colaboración de la persona; es una llamada a abrirse y a cooperar con la acción transformadora de Dios, de modo que la propia vida sea totalmente guiada por el Espíritu.
Para el Salesiano Cooperador, este «abrirse y cooperar» significa hacer realidad en la propia vida los valores evangélicos descritos en el Proyecto de Vida Apostólica. Se llega a ser Salesiano Cooperador de verdad cuando los valores característicos del buen cristiano y del honrado ciudadano llegan a configurar su mentalidad y sus motivaciones fundamentales, sus actitudes y sus comportamientos; en síntesis, cuando la identidad ideal descrita en el Proyecto de Vida Apostólica se hace identidad real, vivida en humilde sinceridad por la persona. Dicha vocación es original en sus rasgos característicos, rica en sus contenidos y comprometedora en sus exigencias.
La llamada del Señor a ser Salesiano Cooperador no supone, sin embargo, que uno posea desde el principio y con plena madurez, todas las características que ella requiere; tampoco quiere decir que uno viva ya plena y coherentemente todas las implicaciones que lleva consigo. Para responder con congruencia a esta llamada es necesaria, en cada caso, una formación sólida.

 

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