Descanso vocacional

Pues estamos otra vez mirando al mar (o a la montaña, según los casos) , viendo pasar el tiempo sin poco más que hacer que contar nubes (ojalá realmente fuera eso posible), emocionándonos con puestas de sol y noches estrelladas (bueno, y con chiringuitos discotequeros que ponen la música hasta las tantas incluso en las aldeas más remotas). Llegó el verano y comienza, lo estamos deseando, el descanso vacacional, ese que muchas veces se presta a ensoñaciones que nada tienen luego que ver con lo que realmente vivimos.

Los momentos de descanso pasan, necesariamente, por tiempos de desconexión; desconectar de la rutina, del día a día, del estrés, de la prisa, de los hábitos, buenos y malos. Los psicólogos lo explican y justifican, es absolutamente necesario para el buen funcionamiento de nuestra psique, es decir: de nosotros mismos. Pero lo que también explican (y tampoco es que sean necesarios esos estudios), es que el cambio de actividad no tiene por que ser una ausencia de actividad. De nuestro tiempo de ocio debe salir tiempo para dedicarnos a nosotros mismos y, por qué no, para dedicarnos un poco más a Dios.

El descanso vacacional puede convertirse en algunos momentos en una dejación de funciones entre las que se cuenta la de mantenernos atentos a nuestra propia vocación. Ausentes de nuestro grupo, de nuestra comunidad de referencia, puede caerse en a tentación de tener vacaciones vocacionales, sin prácticas comunitarias de oración o de meditación (en contradicción con lo que puede parecer más propicio en estos días), sin testimonios concretos que ofrecer, sumando a los paréntesis laborales también los espirituales.

Recuerdo esos años de centro juvenil, en los que el verano era un no parar: de campamento en campamento, primero de preparación; luego, el campamento propiamente dicho; después, la convivencia de animadores. El verano era el momento más adecuado para el frenesí apostólico. Naturalmente que las circunstancias han cambiado, pero no son raros los salesianos cooperadores que aprovechan su tiempo y sus circunstancias veraniegas para, por ejemplo, acompañar a jóvenes de oratorios y centros juveniles aún en algunas de estas tareas; que celebran momentos de retiros o ejercicios espirituales, como los que se ofrecen provincialmente en Buenafuente del Sistal; o que acuden a centros de espiritualidad y peregrinaje, como el Camino de Santiago, Taizé, etc; o a campos de Misión…

Aprovechemos el momento para revitalizar nuestra fe, o cuando menos, no la dejemos sestear en las tardes de estío.

Nos vemos en septiembre: feliz verano a todos.

Descarga aquí el Boletín Provincia San Juan Bosco. Mayo/Junio 2019