Si nos detenemos a revisar nuestra vida, incluso en esos momentos en los que , -como dice un inteligente “graffiti” con el que me encuentro a diario en mi camino al trabajo (“todo me male sal”)-, es difícil no darnos cuenta de la presencia maternal de María acompañándonos de manera silente pero cálida a un mismo tiempo. Es difícil, e injusto, no sentirnos privilegiados aún sabiendo que en nuestro camino, amén de rosas, también encontramos alguna que otra espina. Es difícil, y egoísta, pensar que todo lo que tenemos es sólo por méritos propios y que la bendición de tener a nuestro lado personas maravillosas no es otras cosa que la voluntad de Dios y de la Auxiliadora de poner en nuestro camino algún que otro ángel de carne y hueso.

 

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