Luis Fernando Álvarez, Delegado regional

Queridos amigos y amigas Salesianos Cooperadores. ¡Feliz Fiesta de la Pascua de Jesucristo! Para todos vosotros, vuestras familias y vuestros Centros.
El tema que trato en esta ocasión es central en la vida cristiana: «La santidad es también para ti».

Deseo exponerlo a la luz de una lectura salesiana de la exhortación Gaudete et exsultate (2018) y centrando mis palabras en dos ideas claves en el tema de la santidad:

  1. El valor de la entrega total de sí a Dios como punto de partida del camino de santidad.
  2. Y la necesidad de salir de uno mismo, para seguir con paso más decidido el camino hacia la santidad.

1. La entrega total de sí a Dios como punto de partida del camino de santidad.
Don Bosco, ya en la primera edición del Joven cristiano (1847) enseñaba a los chavales del Oratorio de Valdocco a “ser verdaderamente felices dándose a Dios” enteramente, ya desde ahora; es decir, sin esperar a ser adultos. «Os aseguro, les decía, que de este modo siempre tendréis un corazón alegre y feliz».
Don Bosco se vale del binomio trabajo y templanza para iluminar esta idea central: «Darse es vaciarse y vaciarse es dejarse colmar por Dios, para regalarlo a los demás» (Artículo 34 de la Carta de la identidad carismática de la Familia Salesiana).
Pero en este camino no existe nada de voluntarismo. En la escuela de la espiritualidad de San Francisco de Sales «todo es por amor, nada es por la fuerza».

2. Salir de sí: condición para adelantar en el camino de la santidad:
Salida de sí es una de las expresiones más utilizadas por el papa Francisco a lo largo de su magisterio. Expresa una actitud ante la vida, un modo de ser y de estar en el mundo. Consiste en olvidarse de uno mismo, para abrirse al otro.
Los artículos 27 y 28 de la Carta de la identidad carismática de la Familia

Salesiana, que cada vez debiéramos conocer más, explicita el triple sentido que San Francisco de Sales otorga a la expresión Éxtasis (éxtasis de la inteligencia, éxtasis del afecto y éxtasis de la acción) y la espiritualidad salesiana traduce como una espiritualidad de lo cotidiano.
De ahí brota la mística de Don Bosco, la de la «contemplación operante» que don Rinaldi describió en estos términos: «Don Bosco ensimismó del modo más perfecto su actividad externa, incansable, absorbente, amplísima, llena de responsabilidades, con una vida interior que tuvo principio del sentido de la presencia de Dios y que, poco a poco, se hizo actual, persistente y viva de modo que llegó a ser perfecta unión con Dios. De este modo realizó en sí el estado más perfecto, que es la contemplación operante, el éxtasis de la acción, en el que se consumó hasta lo último, con serenidad extática, para la salvación de las almas».