Benigno Palacios Plaza

«Os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor, esforzaos en mantener la unidad del espíritu, con el vínculo de la paz»

En los tres primeros compromisos que tiene nuestra promesa podríamos decir, a grandes rasgos, que no nos diferenciamos en nada de los demás grupos de la familia salesiana. Es en el cuarto compromiso de nuestra promesa donde hallamos una clave básica de nuestro ser Salesianos cooperadores: la comunión en familia, vivida y desarrollada en nuestra iglesia local. Si recordamos el artículo 21 de nuestro E

statuto nos habla de que somos hermanos y hermanas espirituales en don Bosco y éste es uno de los dos signos fundamentales que hacen sólida y concreta nuestra vocación: somos salesianos junto con otros. Y debemos tener el empeño constante de construir nuevas relaciones basadas en el amor (cf. PVA/E, art. 18) pues esto es lo que hace realidad que Dios venga y permanezca en nosotros.

El segundo signo palpable de nuestro modo de vida se descubre en el día a día: La importancia que debemos dar a nuestro centro local (cf. PVA/E, art. 36.1) pues somos personas concretas y debemos dar pequeños, aunque eficaces pasos, en la construcción del Reino (cf. PVA/E, art. 28.2). Pero debemos pensar y vivir nuestro centro no como una burbuja aislante sino como una oferta, una oportunidad, una comunidad abierta a la iglesia local y a la realidad social en la que se inserta. Nuestra familia, nuestro trabajo, nuestros amigos, también son parte de esa iglesia local en la que construimos el Reino (cf. PVA/E, art. 12.2) aunque no esté, geográficamente, junto a nuestro centro local. Y es que nuestra realidad local es tan intensa y precisa tanto que estemos atentos a las necesidades de las personas que nos rodean que no podemos entender a un cooperador que no se comprometa e incluso implique a otras personas (cf. PVA/E, art. 12.1) en alguna de las estructuras propias de nuestra condición secular. Un bonito ejemplo de todo esto lo podemos encontrar en la lectura de los boletines provinciales y locales de nuestra asociación.

¿En qué gestos y características podemos fijarnos para ver si cumplimos con este compromiso de vida? Los artículos 14 a 18 de nuestro Estatuto nos dan ciertas pistas:

  • Nuestra experiencia de fe nos lleva a un compromiso que promueve el humanismo salesiano y construye esperanza y perspectivas de futuro teniendo como guía en nuestro camino a María Auxiliadora.
  • En nuestro corazón tenemos como centro el amor apostólico que nos impulsa a hacer presente entre los jóvenes la misericordia del Padre, su amabilidad y su entrega. Esto es para nosotros don de Dios que recibimos.
  • Estamos llamados a ser luz, sal y fermento en la sociedad en la que nos sentimos íntimamente solidarios. Y todos valemos para esto ya que todos tenemos recursos interiores suficientes.
  • Promovemos el sentido crítico cristiano, integramos en nuestra vida lo que es bueno y con ello nos ponemos, como nos pide el Papa Francisco a la escucha y al servicio de los jóvenes para ayudarles en su discernimiento de vida.
  • Somos personas que creen en el valor de la vida, de la gratuidad, de la cercanía. Somos personas alegres y comunicamos nuestra vida cotidiana a los demás.
  • Estamos siempre dispuestos a dar el primer paso y acogemos a los demás con bondad, respeto y paciencia. Tratamos de suscitar la paz, el dialogo y el consenso y queremos despertar la presencia de Dios en el corazón de todos.

¿Te sientes identificado en estas características? ¿En qué debes seguir creciendo para hacer realidad nuestro cuarto compromiso tal y como nos pide Dios y nos recuerda San Pablo? Hasta pronto hermanos.

Escuchándolos, también damos voz a esa parte de nosotros que quizás tenemos escondida porque hoy no está bien vista
(Mensaje del Santo Padre para la jornada mundial del migrante y del refugiado)