Isabel Pérez, FMA

La lectura del libro del Eclesiastés, 3, 1-11, nos indica una sabia refl exión,
que “todo tiene su tiempo y su momento, todas las tareas bajo el cielo: hay
tiempo de nacer, tiempo de morir…tiempo de abrazar, tiempo de desprenderse…
¿Qué saca el obrero de sus fatigas? Comprobé las ocupaciones que
encomendó Dios a los hombres… Todo lo hizo hermoso y a su tiempo, les dio
el mundo para que pensaran, y el hombre no abarca las obras que hizo Dios,
del principio al fi n”.

Estas refl exiones, me indican que la verdadera sabiduría es aceptar
que el tiempo no se estira, que es breve y que hay que vivirlo con intensidad
y con el mejor equilibro posible. Y no es fácil la gestión del tiempo, requiere
de un aprendizaje que debemos hacer y de un dominio personal sufi ciente
para centrarse en la actividad que uno está haciendo. Y en el tiempo, tan
importante o más es saber terminar como empezar, o incluso interrumpir un
trabajo que está a medias cuando se piensa fi nalizarlo de inmediato.
En este tiempo de inicio de curso, los centros locales y provinciales nos
hemos reunido a planifi car, algunos no solo para el curso sino con una previsión
de más largo plazo, de tres años. Y aunque planifi camos con objetivos
medibles y estrategias adecuadas lo que nos importa es llegar al fi n propuesto
y con buen ánimo.
Las primeras versiones de nuestra planifi cación suelen estar inacabadas
e incluso llenas de imperfecciones, van y vienen por las redes para que
todos podamos participar y dar nuestra opinión, incluso cuando ya parecen
fi nalizadas, se proponen “ad experimentum”.
Y ya ahora, ahí estamos, intentando vivir lo que juntos nos hemos
propuesto, y al constatar nuestro hacer aunque sea de manera imperfecta,
cada día, tratamos de volver a empezar, aunque en ocasiones nos falten las
fuerzas porque la realidad corporal y a veces sentimental vaya fl ojeando.
Hermanos y hermanas, podemos aprovechar nuestro tiempo al máximo,
vivirlo intensamente y con esperanza, Lo que importa es:
• Vivir la vida desde Dios, ampliando nuestra mirada, abriendo nuestro
oído a su Palabra, en la oración, en la familia y en nuestro entorno más
cercano, en los “vecinos de al lado”.
• Cultivar un sincero espíritu de familia en el grupo, en el centro local, siendo
sensibles a las necesidades los hermanos que lo está pasando mal, aquellos
que por su edad o sus achaques experimentan más la debilidad.
• Apasionarnos en el testimonio y anuncio del Evangelio, estando presentes,
en la medida de lo posible, entre los jóvenes y en los medios donde “habitan”.
• Ser acompañados, tener a alguien con quien contrastar, abrirnos al Espíritu
Santo y descubrir lo que Dios nos puede estar pidiendo en cada
momento de nuestra historia.
• Amar, escucharnos, sostenernos y en todo momento, ser agradecidos.
En el artículo 13 del PVA/E, se nos presenta una valiosa herencia: “D.
Bosco, guiado por el Espíritu Santo vivió y transmitió a los miembros de su
Familia un estilo original de vida y de acción: el espíritu salesiano, es una experiencia
evangélica, que tiene su fuente en el mismo corazón de Cristo, que
impulsa a la entrega y al servicio a los que lo bien.
Se alimenta con el compromiso de la caridad apostólica, se sustenta
en una espiritualidad sacramental que se concreta en vivir con alegría y optimismo
lo cotidiano, requiere una metodología ascética expresada con un
rostro sereno y alegre.”